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Constantino Bértolo

Premios al desnudo

Constantino Bértolo es uno de los editores españoles que más ha hecho por nosotros, los lectores. Fue el primero en apostar por Ray Loriga o Luis Mangriyá, de quienes elogia su habilidad para ironizar sobre el éxito y la felicidad, respectivamente. Ex director de Debate y fundador de Caballo de Troya, acaba de “aceptar la invitación empresarial” de retirarse. Sin pelos en la lengua –nunca los ha tenido-, nos habla de los premios literarios.

En una entrevista, dijo usted que “los premios literarios son una de las formas de corrupción más claras de este país”. ¿Tiene constancia de casos concretos de esta?
Tengo constancia concreta puesto que varios premiados con los que mantenía relaciones de amistad me dieron a conocer previamente al fallo tal circunstancia, pero no tengo pruebas documentales, salvo que puedan entenderse como pruebas las miles de veces que la prensa escrita ha adelantado el nombre de esos “ganadores” que, según el paripé de los premios, se han presentado con plicas que se abren en la noche en que esos premios se otorgan, y en actos en los que – oh,casualidad- los premiados siempre están en la sala. Esto es algo evidente pero que nadie ha puesto en evidencia, salvo el caso, que yo conozca, del escritor argentino Gustavo Nielsen, que denunció las irregularidades del Premio Planeta concedido a Piglia. Pero entiendo que cualquier interesado podría investigar todas esas ocasiones en que se conoce el nombre del ganador con antelación y a lo mejor consigue que algún autor, agente literario o editor aporte las pruebas convenientes. También sería recomendable que algún autor que haya presentado su obra a alguno de estos premios y se sienta estafado denuncie el caso en el Tribunal de la Competencia, que sin duda ya debería haber actuado de oficio hace mucho tiempo.

¿Por qué existe esta corrupción?
Históricamente, este fenómeno tan exclusivamente español de que una editorial privada convoque un premio para originales inéditos que ella se encargará de editar y publicitar – lo que significa que en realidad se está premiando a sí misma- surge en los años de la posguerra civil española, con el fin de animar a la lectura y dar a conocer nuevos autores. Esta doble filosofía es la que dicen encarnar premios como el Nadal y el Planeta, y otros que surgen más o menos por aquellos años pero que tuvieron una trayectoria más corta o intermitente como el Seix&Barral, el Plaza&Janés, el Alfaguara, Sésamo, etc. La voluntad de atender a nuevas voces se mantuvo durante algún tiempo al menos en el caso del Nadal o el Seix&Barral, que se implicaron en el descubrimiento de nuevos autores. Es a partir finales de los años sesenta cuando los premios más relevantes se reorientan de manera exclusiva hacia las ventas y se inician los procesos de manipulación y fraude en función de garantizarse una nómina de autores con alto arrastre mediático y comercial.

Cuando Johnatan Little hizo doblete con los premios Goncourt y el de la Academia Francesa, dijo que solo tiene sentido juzgar cada libro en función de sus propias exigencias, y no en comparación con otros. ¿Usted cree?
No exactamente. En principio parece lógico lo que Little pretende, pero en mi opinión el problema reside en que esos objetivos y exigencias de los que habla son entidades que se siempre se construyen  colectivamente ya sea aceptando que ese colectivamente abarque toda el colectivo social o solamente se corresponda con los agentes implicados en lo que Bourdieu llama el campo literario. En un caso u otro eso implica comparar con otros objetivos y exigencias, es decir, con otros títulos. Juzgar, como conocer, creo que siempre exige comparar.

¿Juegan los convocantes de los premios con el ego y el bolsillo de los autores?
Se comentan algunos casos de “resistencia” pero son excepciones. Indudablemente el atractivo económico y la promoción que los premios importantes  proporcionan resultan muy tentadores teniendo en cuenta que las cifras de ventas en nuestro mundo editorial son bajas en la mayoría de los casos, discretas para una minoría y solo altas para muy pocos autores. Por otro lado y desde  los años ochenta “el escalofón literario”, la visibilidad y el prestigio son cuestiones muy interferidas por la cifra de ventas por lo que bien puede decirse que para un escritor  que pretenda desarrollar una obra literaria con rigor y ambición resulta difícil mantener una trayectoria estable sin participar en algún momento en ese tinglado que, por otra parte, no es cuestionado ni dentro del campo literario ni en el entorno cultural y social. Los “premiados” no ven su honestidad cuestionada sino que al contrario ven incrementado su prestigio de manera proporcional al monto del metálico del premio. Que Urdangarín y señora hayan estados presentes en las ceremonias de alguno de estos premios no dejó de ser algo revelador y premonitorio.

He leído que Elvira Navarro “es la nueva Mercedes Cebrián” que ya sabe que tiene solo 42 años. ¿No le parece que las editoriales y los medios se pasan un poco con esto de buscar el nuevo fenómeno literario?
Por desgracia el campo literario español, que nunca fue una institución con fuerza propia o gran autonomía dentro de los territorios de la cultura española y que, al menos desde Trento, siempre ha estado interferida cuando no intervenida o doblegada por las instancias del poder político, está herido y atravesado por lo que podríamos llamar “la poética del marketing” en la que lo novedoso y lo noticiable son los criterios más relevantes y casi únicos a la hora de realizar ese momento del trabajo editorial que consiste en dar a conocer al público la existencia de una obra concreta. O la noticia es que ha ganado un premio, de ahí también la proliferación de estos, o bien hay que adosar a cada novedad un rasgo noticiable, publicitable. Que una novela se presente como la mejor novela de la semana es una consecuencia de esta necesidad comercial. El mercado editorial devora novedades del mismo modo que el capitalismo esta obligado a destruir lo antes posible lo que produce a fin de seguir renovando incansablemente los escaparates con nuevas mercancías. Lo que cuentas no deja de ser la otra cara de la llamada obsolescencia programada que tiene también su traducción en la industria editorial. Esa voracidad con que nos hacen tragar centenarios, necrológicas, premios y festejos. 

Una broma, ¿a quién premiaría usted por sus aportaciones a la literatura española?
A los mil setecientos o más ingenuos escritores y escritoras que cada año mandan sus originales al premio Planeta.

Texto: Paloma F. Fidalgo. Ilustración: Nuria Cuesta

Constantino Bértolo: premios al desnudo