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Apasionados por el western literario

Colección Frontera de Valdemar

Por José Ángel Barrueco

Cuando yo era niño, conseguir en España novelas ambientadas “en el Oeste” o catalogadas como 'westerns' era una misión casi imposible: más allá de las minúsculas novelas de vaqueros que se vendían en los kioscos pero estaban escritas por españoles con pseudónimo y no por autores norteamericanos, y de títulos sueltos de Karl May o Zane Grey, el género no gozaba de mucho prestigio. 

Con los años, se ha ido revalorizando el western literario mediante la traducción de algunas obras de Larry McMurtry, Charles Portis, Thomas Berger o Edward Abbey. Pero ha sido, sin duda, la Editorial Valdemar, sita en Madrid y cuyos responsables llevan décadas mostrando un gusto exquisito en su catálogo, la que le ha devuelto la digna reputación que posee en Estados Unidos: la Colección Frontera, que arrancó en 2011 y en la que ya se han publicado dieciocho títulos, nos ha ofrecido joyas emblemáticas de escritores como Jack Schaefer, Vardis Fisher, A. B. Guthrie, Elmore Leonard o Forrest Carter.

Quizá lo más sorprendente fuera el arranque: inauguraron Frontera con una selección de relatos de Dorothy M. Johnson, Indian Country, que incluía historias trasladadas al cine como Un hombre llamado Caballo y El hombre que mató a Liberty Valance. Resulta sorprendente (y agradable) que un género normalmente considerado “de y para hombres” tuviera entre sus filas a una mujer, y una mujer cuyos relatos son, como poco, deslumbrantes: jamás caen en el maniqueísmo y en cada una de sus páginas muestra el mismo respeto por los indios que por los blancos, al contrario de lo que algunas películas de antaño nos hicieron creer; en sus historias suele haber personajes sumidos en ese desorden que supone adaptarse a otras costumbres. De la misma autora también tradujeron El árbol del ahorcado.

La edición de cada volumen cumple con unos requisitos impecables. Las traducciones, en caso de reedición de algún título (pensemos en Centauros del desierto), son nuevas. Los textos se conservan íntegros. Los libros están encuadernados en tapa dura. Incluyen reveladoras introducciones de Alfredo Lara, director de la colección. En las cubiertas se reproducen cuadros o detalles de la pintura clásica norteamericana, seguramente poco conocidos aquí, pero que constituyen un complemento maravilloso para que los textos y sus ilustraciones encajen. 

Uno de los ganchos más efectivos ha sido incluir varios títulos que conocemos por las películas, recordándonos de paso que hay ciertas bases literarias, sólidas e importantes, que la fama de ciertos filmes ha ensombrecido injustamente. Muchas de estas historias fueron adaptadas al cine, con sus fidelidades y sus traiciones: El Trampero (convertida en Las aventuras de Jeremiah Johnson), El tren de las 3:10 a Yuma, Bajo cielos inmensos (Río de sangre en cines españoles), el volumen doble Hombre & Que viene Valdez, Soldado azul, Shane (aka Raíces profundas; los miembros de la Asociación de Escritores de Western de América la eligieron como la mejor novela del género, y prometo que es maravillosa) o El Virginiano, entre otras. 

Si todos esos intelectuales que han repudiado el género le dieran una oportunidad a estos libros comprobarían su calidad, la pericia de sus autores para introducirnos de lleno en el ambiente polvoriento del Far West (a la manera en que, en el cómic, lo consiguen las aventuras del Teniente Blueberry) y la originalidad de cada propuesta, pues no sólo se trata de libros sobre tipos duros que se enfrentan en duelos, sino que hay espacio para la aventura, para el drama de personajes tratando de sobrevivir en zonas agrestes y parajes recónditos, e incluso para el ensayo histórico (por ejemplo: Más allá del ancho Misuri).

Frontera es una colección obligatoria para los lectores de clásicos en general y para los amantes del western en particular. Si el lector interesado no encuentra títulos atrasados en las librerías, aún podrían quedarle dos opciones en Madrid para dar con los que le falten: la Librería Opar y uno o dos tenderetes del Rastro. Y ese lector sabrá que adentrarse en estos textos implica retornar a la infancia, a ese placer de cuando saboreábamos un clásico de aventuras y nuestra imaginación no tenía fronteras. 

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